¡Cuántas veces, ¡ah!, habré seguido yo a estos viejitos!
la mirada lasciva tras su caminar sombrío
¡me fascinan, todos me fascinan!,
pero entre esos seres,
padres de estómago ardiente, santos o chichifos,
son las ebrias carnes que fácil sonríen,
las mejillas rojas que oprimen al ojo,
las que más despiertan sensuales apetitos.
Pues yo, que de lejos propenso os vigilo,
gusto a vuestras nucas arrugadas
placeres harto clandestinos.
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